La guerra a muerte que mantienen desde hace años los dos principales partidos políticos de ámbito estatal ha llevado a sus estrategas a buscar en cada momento el punto flaco en el que golpear con precisión de boxeador veterano al contrario. Si el Partido Popular ha encontrado su filón en la crisis económica y en la evidente incapacidad del Gobierno socialista para gestionarla y sacar a flote el país, el PSOE, amparado en ese inmenso montón de basura que ha resultado el 'caso Gürtel' y todas sus ramificaciones, ha orientado todas sus energías hacia el punto débil de la corrupción detectado en sus oponentes.
En la política, como en la guerra, prácticamente se vale todo a la hora de ganar y, manipulaciones aparte, los dos asuntos en cuestión ofrecen pólvora suficiente para librar las grandes batallas nacionales. El principal problema es que, en el caso de la 'hoja de ruta' socialista los resultados han deparado más perjuicios a la política española de los beneficios de hacer partícipe a la ciudadanía de que la corrupción existe y hay que ponerla de manifiesto para atajarla.
Al margen de las zarandajas de los pactos nacionales a dos bandas, de los códigos de buena conducta y otras lindezas que ahora circulan por los ámbitos partidistas, lo cierto es que la estrategia del PSOE lo único que ha conseguido en la sociedad española es que haya crecido la percepción generalizada de que la corrupción no tiene siglas y que el ciudadano de a pie llegue a aquella famosa frase de nuestros abuelos y padres de que "todos son iguales", generalización que la transición democrática había logrado que varias generaciones desechasen como costumbres de otros tiempos.
Lo malo de utilizar determinadas armas sobre las que no se tiene el control absoluto es que se pueden volver contra uno mismo. Ahora, los sondeos ya no hacen distingos y mayoritariamente apuestan por la creencia de que algo huele a podrido en la política, lleve el carné que lleve el 'servidor de la patria'. Y, por si había alguna duda, la Fiscalía General del Estado ha hecho públicas las cifras de procedimientos penales abiertos por corrupción contra cargos públicos y, aunque a algunos les pueda sonar a extraño resulta que la palma se la lleva el PSOE, con 264 cargos investigados, frente a 200 del PP. O sea, que allá se andan. ¡Y lo que no sabremos!
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