He leído estos días con preocupación el fallo de la Audiencia Nacional en contra de los trabajadores de la Agencia Efe en el conflicto colectivo planteado por éstos contra la Dirección a propósito de la obligatoriedad de que los redactores y redactores gráficos de la empresa usen cámaras de televisión para grabar algunas de las informaciones que sus superiores les encargan. Resulta realmente increible que tan alto órgano judicial se haya pronunciado en este sentido, un objetivo al que vienen dedicando desde hace tiempo muchos de sus esfuerzos las empresas y grandes grupos de comunicación en una medida de tintes exclusivamente economicistas y de ahorro de personal.
Con esta sentencia no solamente se destruye cualquier criterio objetivo sobre las categorías profesionales en el sector, sino que se abre un negro panorama que amenaza con acabar con los atributos que siempre han definido, antes y ahora, la sesencia del noble oficio de poner al servicio de la sociedad la información, cada uno desde su correspondiente categoría profesional.
Y es malo que toda una Audiencia Nacional utilice entre sus bases legales argumentos tan peregrinos como el hecho de que Efe haya facilitado a sus redactores unos cursillos acelerados para el manejo de esas minicámaras. También cualquier gran grupo de prensa diaria podría incluir entre sus 'ofertas voluntarias' a sus periodistas la posibilidad de una pequeño módulo de FP sobre mecánica. Ello ayudaría a que, en caso de una avería en talleres o un fallo en la rotativa correspondiente, cualquier redactor se viene impelido a integrarse en el equipo de reparación dados sus 'conocimientos'. Es un caso extremo, pero ilustrativo de a dónde nos pueden llevar fallos como el del alto tribunal.
Las noticias sobre el mundo de la comunicación suelen tener escasa repercusión en los propios medios salvo cuando se trata de alguna gran operación de compraventa o fusión, o a la hora del autobombo sobre resultados, ya sean económicos o de audiencia. La del fallo contrario al comité intercentros de Efe no ha tenido apenas eco más que en dos o tres periódicos y en algunos de tapadillo. Claro que alguno se ha apresurado a calificar el fallo de "histórico" y adelantar el claro precedente que esta medida puede tener en el resto de los medios de comunicación en un futuro próximo.
Lo dicho, tiempos negros se avecinan para una profesión que, si bien no cuenta entre las que más respeto despierta en la ciudadanía, todavía mantiene un fin social de primera necesidad, hacer llegar a la ciudadanía con rigor y objetividad lo que ocurre a nuestro alrededor. Desvirtuar la figura del periodista-redactor con la acumulación de funciones propias de otros compañeros de profesión sólo va a contribuir a que en un futuro no tan lejano los objetivos que han definido desde siempre este oficio se diluyan hasta convertirlo en especie en vías de extinción.
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