El aparato propagandístico del presidente Zapatero y su equipo de gobierno emite a diario mensajes optimistas que tratan de hacer llegar a la opinión pública española el convencimiento de que, dentro de lo malo y con alguna salvedad, el país está ya saliendo de la recesión, aunque no lo haga al ritmo de otros países de la Unión Europea frente a los que hace solamente un par de años presumíamos de llevarles varios cuerpos de ventaja en lo que a crecimiento y prosperidad se refiere. Lo que ocurre es que las cifras siempre son mucho más contundentes que las palabras cuando de economía estamos hablando y los guarismos desarman todas las valoraciones argumentales sin otro sustento que el de calmar los ánimos de una sociedad cada día más escéptica y deprimida.
Frente a los mensajes optimistas gubernamentales, se vienen sucediendo las más o menos bienintencionadas advertancias de los socios europeos, de organismos internacionales o de cualificados analistas que, por resumirlo simplistamente en pocas palabras, podría decirse que recomiendan a España la configuración de un nuevo modelo económico que le permite recuperar el terreno perdido y subirse al tren de la recuperación que, con Francia y Alemania de locomotoras, empiezan a permitir que se vea la luz al final del túnel.
Hasta el momento, el Ejecutivo ha hecho oídos sordos a todos esos consejos y ha decidido que puede hacer esa tarea en solitario y según sus propios fórmulas. En esa línea, Zapatero y sus ministros llevan semanas anunciando una 'Ley de Economía Sostenible' cuyas líneas principales de actuación hemos podido conocer hoy mismo. ¿Es esta normativa la pócima mágica que precisaba el país para invertir la tendencia y empezar de nuevo a crecer, como ya lo están haciendo otros de su entorno? Será preciso conocer si ese texto tiene una línea argumental común y coherente con la coyuntura real o si, por el contrario, como apunta a primera vista se limita a recoger en un solo documento una lista interminable de medidas aisladas, muchas ya avanzadas individualmente, que van desde la desgravación del alquiler hasta los cambios en la contratación pública, desde medidas de ayuda a la creación de empresas a incentivación del ahorro energético, desde el control de los emolumentos a los altos directivos a los cambios de las medidas fiscales. En definitiva una ensalada elaborada con algunas buenas materias primas pero que, salvo que nos convenzan de lo contrario, carece del aliño necesario para convertirlo en un proyecto conjunto de garantía. Si a ello se añade que, como ya han advertido los expertos de forma inmediata, brillan por su ausencia las medidas "duras", las que conllevan un desgaste que este Gobierno no parece dispuesto a afrontar, se puede llegar a la conclusión de que esta nueva ley no responde precisamente a ese "nuevo modelo económico" que Europa, la economía global y la sociedad española reclaman para abandonar de verdad la crisis, limitándose a un largo catálogo de "buenas intenciones" incapaces de tomar al toro por los cuernos y orientar todas las energías y recursos disponibles a una única meta, la susodicha salida del pozo.
El anuncio del contenido de esta 'Ley de Economía Sostenible' coincide en el tiempo con la aparición en un rotativo del prestigio de 'The Economist' de un informe sobre la economía española que encabezan con la concesión a nuestro país de un título de tan dudoso prestigio como "el nuevo enfermo de Europa". Al margen de aspectos concretos de la puesta en cuestión del camino que Zapatero y su equipo han elegido para abordar el problema, que cualquiera puede consultar a través de internet, lo que el periódico británico viene a decir en un idioma que todo el mundo entiende es que España tiene que hacer mucho más que lo que está haciendo para solucionar la grave situación. Mientras otros países europeos emergen, aquí la economía sigue reduciéndose y la faceta endogámica del equipo gubernamental español no parece dispuesta a aceptar los consejos de nadie, comprometidos fielmente con sus propio proyecto, un proyecto que no parece generar excesiva confianza, aunque todos desearíamos que triunfara por el bien común de España y de los españoles.
Pero esa recuperación tiene que empezar a notarse y pronto, antes de las fechas que nos fían los más optimistas, porque entretanto las economías europeas que han dado la vuelta a la tortilla y han iniciado el despegue hacia la recuperación ya empiezan a hablar, desde el punto de vista comunitario, de "la gripe española". Por el momento esa 'enfermedad' la aceptan como un mal menor y hacen suyos sus efectos, pero esa situación no se puede prolongar por mucho tiempo. Nadie quiere arrastrar un lastre ajeno cuando su coyuntura propia invita a empezar a pisar el acelerador del crecimiento. Zapatero y su equipo deberían tomar nota de ello y ponerse las pilas para aprovechar ese tirón de países como Alemania o Francia y montarse en su estela para que el tren económico europeo nos lleve finalmente a todos al destino ansiado. Ignorar esto sería tanto como correr el riesgo de encontrarse solo en una estación después de que el convoy hubiera pasado. Un pesimista visceral comentaba recientemente que, de seguir por un camino equivocado corremos el riesgo de quedarnos fuera de todo. Es una negra visión que nadie quisiera aceptar, pero a veces este tipo de argumentos quedan flotando en el aire para preocupaciión y desconfianza de todos. ¿Y si por querer ser tan diferentes nos quedamos fuera?
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