Asistí esta tarde al acto de entrega de los premios Sociedad de la Información. Asturias 2009, que tuvieron como escenario el teatro de la Laboral. Era la primera vez en sus cinco años de existencia y desconozco si el estilo del de ayer es continuista o si el diseño se ha remozado en esta ocasión. Hablaré por ello sólo de lo que conozco.
La cita de ayer en el coliseo de Cabueñes me ha dejado un profundo malestar interior que ha hecho revolverse las tripas del joven que, por edad, hace años he dejado de ser. No se explica que cuando estamos esgrimiendo la crisis económica, la bajada de los ingresos de la comunidad autónoma como consecuencia de una notable menor recaudación de impuestos, cuando se están negociando unos presupuestos a la baja, metiendo tijera en servicios básicos, cuando se apela a la austeridad, se monte un 'chou' como el de hoy a base de cantantes famosos, como David Civera -gran atracción para llenar las butacas del teatro- o David de María, ballets espectaculares en su vestuario y profusión de integrantes, hasta uno de ellos con toda la imaginería y la música del 'Thriller' del desaparecido Michael Jackson, dos o tres cómicos y un escenario más propio de una gran gala nacional que de una entrega de galardones centrados en el aprovechamiento de las nuevas tecnologías tanto para empresarios, estudiantes, educadores, colectivos ciudadanos, organizaciones con fines sociales. ¿Qué tenía que ver todo ese espectáculo -Areces se refirió textualemente a el como "gran fiesta"- con el reconocimiento al esfuerzo de personas y colectivos para aprovechar una herramienta que cada vez ofrece más posibilidades para mejorar el servicio, la comunicación y el conocimiento?
Por si fuera poco, lo que a la concesión de los premios se refiere se resolvió al más puro estilo de los Oscar de Hollywood o de algunos de sus hermanos menores de otras nacionalidades. Causa estupor ver al concejal gijonés José María Pérez, al viceconsejero Luis Iturrioz o a la consejera Ana Rosa Migoya -todos ellos a cual más soso, si de espectáculo se trataba- haciendo de émulos de Steve Martin o George Clooney y, tras anunciar los presentadores el galardón que se iba a hacer público, repetir uno tras otros aquellos de "y los nominados son...".
En fin, que como 'show' la cosa funcionó medianamente bien. Otra cosa es si era eso lo que correspondía a este momento.
No sé lo que costó el evento -eso sí, no hubo pinchos-, ni me importa. Es la imagen la que preocupa. ¿Cómo se vende un montaje de este tipo a los miles de parados que han incrementado las oficinas del desempleo en los últimos meses, o a las miles de personas que llevan meses, o años, esperando recibir la ayuda de la ley de dependencia, por poner solamente un par de ejemplos? El desembolso no iba a cubrir ni en una ínfima parte ninguno de los múltiples huecos que se le amontonan al Ejecutivo asturiano, pero el respeto a los destinatarios de sus políticas exigen otras formas.
No vi por allí a nadie de Izquierda Unida, empeñada -dicen sus dirigentes- en aprovechar todo el dinero disponible para auténticas políticas sociales. Posiblemente alguno de esos mandatarios se encontrasen aullando a la luna esas proclemas, mientras preservan sus sillones en la Administración regional y en algunos ayuntamientos.
Cosas así son las que contribuyen a desacreditar a la clase política, que luego lamenta el concepto que de ella tiene la ciudadanía para, a continuación, hacer actos de contricción y proponerse tomar medidas para corregir esa percepción.
Todo lo anterior no empece en absoluto los meritos de los galardonados, que demostraron con su tenacidad e ímpetu que, con herramientos adecuadas, la imaginación y el esfuerzo pueden mejorarse a sí mismo, a su entorno y al conjunto de la sociedad en la que están inmersos. Pero hoy no fueron ellos -aunque les correspondía- los protagonistas.
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