miércoles, 6 de enero de 2010

Areces cambia de registro

El presidente Areces ha logrado crearse a lo largo de su ya larguísima carrera institucional una consolidada imagen de experto orador. Desde los tiempos en que era alcalde de Gijón, la consideración de sólido retórico le ha seguido allá donde cualquier acto justificaba su intervención. Con el paso del tiempo, el veterano mandatario asturiano ha ido enrocando su discurso hasta el extremo de dotarlo de dos características fácilmente contrastables: su longitud y su reiteración. A estas alturas, cuando Areces va a intervenir surgen automáticamente los comentarios en los que entre bromas y en serio se hace alusión al más que probable escenario definido por esas dos premisas. Dicen que el mandatario asturiano no suele dejarse aconsejar y no tiene quien le escriba, y no precisamente por falta de gabinetes, sino por esa seguridad en sí mismo que le lleva a repetir lugares comunes -unas veces más creíbles que otras- y hacerlo a través de un verbo generalmente extenso y cansino.
A eso estamos todos acostumbrados y prácticamente ya ni molesta; Tini es así. Lo que sí choca es que para una vez que se sale del guión lo haga para decir una frase como la pronunciada ayer con motivo de la inauguración del túnel de Rañadoiro y a propósito de la ejecución de la autovía La Espina- Ponferrada, entre Asturias y León. El presidente aseguró que la obra se hará, aunque no cuándo, porque es un compromiso de Fomento y añadió -aquí viene la gorda- que "en política las palabras se cumplen". No sé de donde se ha sacado Areces la frase, pero a la mayoría de los ciudadanos españoles, en general, y asturianos, en particular, les suena a chunga. No es necesario porque hay casos sangrantes que están en la mente de todos, pero podría rellenar decenas de líneas con las promesas incumplidas en política, por los suyos y por los demás. Aunque reiterativo, sería mucho mejor que el presidente asturiano mantuviera su libreto habitual y no se esforzase en eso que le cuesta siempre tanto: dar titulares para los periódicos. A cada uno su papel, porque humoristas sobran, especialmente en la tele.

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