La frase no es mía; la ha pronunciado hoy la portavoz parlamentaria del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, pero su aviesa intención refleja un sentir generalizado en el conjunto de la sociedad española tras el anuncio -parece ser que anticipado respecto a la programación del Gobierno- de que el presidente español va a asistir el próximo día 4 de febrero al denominado Desayuno Nacional de Oración, aprovechando su visita oficial a los Estados Unidos para reunirse con Obama. Compromisos de cortesía aparte, no deja de chocar que un mandatario que se empecina en resaltar su laicismo en el día a día, acuda a un acto de marcado carácter religioso -católico, naturalmente- y que organiza una organización norteamericana de ideología ultraconservadora, y lo haga dándole "una relevancia significativa y muy singular", según sus propias palabras, y se manifieste "honrado" por la invitación, en las de su 'número dos', Teresa Fernández de la Vega.
El Gobierno, consciente de que, más allá de la presencia física, el acto tiene un evidente cariz mediático negativo, se ha apresurado a hacer constar que la presencia de Zapatero en el evento responde únicamente a una invitación de Obama y que al mismo ya han asistido otros mandatarios internacionales incluso de otras religiones. También es cierto que el presidente o su equipo de gobierno asiste a funerales de Estado u otro tipo de actos de carácter religioso pese a mantener una guerra subterránea permanente con la jerarquía eclesiástica que va desde el recorte de los mecanismos de ayuda a la financiación hasta los mecanismos legislativos como la reciente ampliación de la ley del aborto.
Sin embargo, parece obvio que la aceptación sin reparos a acudir al acto del día 4 de febrero tiene mucho más que ver con quién es el anfitrión que con un deseo de no ofender a los organizadores. Lo que es prácticamente seguro es que, de "no ser vos quien sois" seguro que la excusas para rechazar la invitación hubieran caído en cascada y el rsultado final sería otro bien diferente. En estos momentos, Zapatero busca desesperadamente la foto con Obama -ya la tuvo el pasado 13 de octubre en la Casa Blanca- pero no era preciso alcanzar ese objetivo en una convocatoria como ese Desayuno Nacional de Oración, ya que el mismo se produce en la misma fecha en la que el presidente español se reunirá con su homólogo estadounidense por motivos mucho más relacionados con el cargo que ambos ocupan y con la política internacional.
Estar permanentemente colocándose al margen de todo lo que tenga que ver con la Iglesia y marcando distancias con sus bases fundamentales y símbolos es consecuente con la declaración de laicismo pleno. Sin embargo, decisiones como la que ahora acaba de tomar hacen dudar de esa coherencia e invitan a los más maliciosos a pensar que en estos momentos lo único que le interesa es seguir los pasos de Obama e ir allí donde éste le conceda el privilegio de su compañía, tapándose la nariz y encerrando temporalmente bajo diez llaves los principios básicos de programa e ideología.
Aunque hubo quien llegó a afirmar que Obama sería el trasunto norteamericano del estilo Zapatero, parece obvio que la realidad sea la inversa y que éste se haya fijado la figura y el estilo del mandatario norteamericano como espejo en el que mirarse cada mañana. Si éste va a ser el camino, bien podría tomar ejemplo de aspectos menos mediáticos y más prácticos, sobre todo en el aspecto económico, como, por ejemplo, el establecimiento de medidas concretas para recuperar las ayudas que el Estado ha facilitado al sector financiero, mucho mejor librado en este largo periodo de recesión y de crisis que el conjunto de empresas y ciudadanos y que, en algunos casos, ya han mostrado síntomas de volver a las andadas con las retribuciones millonarias a sus principales ejecutivos.
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