El fin de semana pasado estrenaban en las pantallas de las pincipales ciudades españolas la película "La cinta blanca", del controvertido cineasta belga Michael Haneke, un filme avalado por la Palma de Oro del Festival de Cannes del pasado año. El realizador de "Funny Games" o "La pianista", por citar sólo dos ejemplos, es de esos que obligan a cualquier buen aficionado a acudir a ver sus obras, aunque puedan entusiasmar o irritar, según los casos. Al abrir el viernes día 15 -día del estreno nacional- la cartelera local de Gijón me encontré con la desagradable sorpresa de que no figuraba por ninguna parte, ampliada al comprobar que tampoco la cadena de cines de Oviedo, que en otras ocasiones recoge este tipo de películas menos comerciales, la hacía figurar en ninguna de sus salas. "Bueno", pensé, será para la semana próxima. Pero tampoco ha sido así, y ello pese a que de por medio "La cinta blanca" había recibido el Globo de Oro que concede la crítica extranjera en Estados Unidos a la mejor película del mercado foraneo.
No es la primera, ni será la última ocasión en que el otro cine, el que no tiene gafas de 3-D, o actores de relumbrón, o muchos millones en efectos especiales se nos escamotea en ciudades de tradición cinematográfica como Gijón. Podría dar casi un ejemplo semanal, pero tampoco se puede pedir todo y hay que tener en cuenta que ese otro cine al que me refería cubre los necesarios beneficios de cualquier negocio que se precio, en este caso la exhibición. No obstante, creo haber comentado en alguna otra ocasión que no sería ninguna mala idea que los responsables locales del sector se permitieran en sus multisalas reservar una de ellas a modo de 'ghetto' para los que no precisan a Tom Cruise o Leonardo di Caprio en la cabecera del cartel para pagar religiosamente su entrada. El propio Festival de Cine local da una pauta de la existencia de un público específico capaz de, si no dar sabrosos beneficios, compensar el gasto de exhibición de este tipo de títulos. Sólo falta la voluntad al menos de dar la oportunidad de probarlo.
Ante esta tesitura, la única salida que nos queda a los aficionados a este otro cine menos 'comercial' es arriesgarnos a sortear los toletes de la comisaria Sinde y recurrir al 'top manta' -que tampoco suele apostar por este estilo de cine- o a la descarga clandestina con nocturnidad y alevosía de internet. De no ser así, todavía nos queda una remota esperanaa de poder ver la película de Haneke en pantalla grande: que le den, como todas las predicciones apuntan, el Oscar a la mejor película de habla no inglesa dentro de unas semanas. Quizá este último reclamo -con el galardón de Cannes y el Globo de Oro citados- permita que allá por el mes de marzo tengamos la oportunidad de conocer un filme elogiado por buena parte de la crítica sin necesidad de viajar a alguna capital más o menos cercana de Asturias. En cualquier caso, Asturias seguira seguramente quedando fuera de las fronteras del buen cine.
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