Siempre me ha divertido alimentar la polémica Gijón-Oviedo y he pasado buenos momentos fomentándola con familiares, anigos y conocidos de la capital. Todo ello, eso sí, dentro de un respeto que no traspase la frontera de la educación, algo que -desgraciadamente- no han hecho quienes debían dar ejemplo: los más altos representantes institucionales o sociales de las dos principales poblaciones asturianas.
Otra cosa bien diferente es todo lo que se relaciona con el fútbol y los equipos representativos de Gijón y de Oviedo. Yo soy de los que casi nunca me he creído esas declaraciones que apuestan por rojiblancos y azulones en la máxima categoría del fútbol nacional. Más bien pienso que, según de que lado sople el viento, afloran las alegrías o penas por los resultados adversos o favorables, respectivamente del contrario.
Como en el aspecto institucional y político, siempre hay algunos protagonistas en esta rivalidad que 'cagan fuera del tiesto', algunas veces con salidas de tono que se pueden pensar, pero nunca expresar en voz alta.
Viene todo esto a cuento por el largo proceso iniciado la pasada semana, a raíz de la marcha del sportinguista Míchel al fútbol inglés, para sustituirle por el ovetense Michu, actualmente militando en las filas del Celta de Vigo. El centrocampista en cuestión tiene un amplio historial de esas manifestaciones antisportinguistas que no viene a cuento recordar, aunque están en la mente de toda la afición gijonesa. Dirán que eso es el pasado, pero el tiempo que se está tomando el muchacho para dar el visto bueno al traspaso, a pesar de la 'bendición' paterna, de que -dicen- cuadriplicaría su ficha y otras ventajas varias, dan que pensar si el tal Michu podría enfundarse la camiseta rojiblanca sin que la cara se le pusiera azul. Comentan. incluso, que tiene miedo a la reacción de los aficionados ovetenses.
Todo esto, en fin, configura un panorama poco alentador para suspirar, como al parecer está haciendo el club rojiblanco, por la llegada del jugador. Todos sabemos que la práctica totalidad de los futbolistas que militan en categoría nacional son profesionales -no mercenarios, en general- y que pueden ofrecer un rendimiento razonable con independencia del color de la elástica que se enfunden. Pero también sabemos que una cosa es seguir jugando al fútbol y otra bien distinta sentir los colores, algo que, a la larga, se deje sentir en el terreno de juego. Algo me dice que el caso de Michu podría ser -y que me perdonen si me equivoco- uno de esos errores provocados por la precipitación en sustituir a un centrocampista que este año -otros no- parecía titular indiscutible.
No entiendo, en fin y para ser más claro, ese deseo de traer a la casa propia a alguien que ni la quiere ni nos quiere, según sus propias palabras. O sea que Michu, de entrada no, aunque sea la modesta opinión de un simple aficionado. Pero no por ser de Oviedo, o del Oviedo, sino por la falta de interés por cambiar de aires y defender unos colores con los que no simpatiza.
Aprovecho la ocasión para enviar mi cordial reconocimiento a Kike Mateo, ya entrenando en Balaídos y moneda de cambio en la teórica 'operación Michu'. Contribuyente básico al equipo que logró hace dos temporadas el ascenso del Sporting a Primera División, creo que no ha tenido la suerte ni las ocasiones suficientes para demostrar que, aunque la plantilla rojiblanca se ha visto enriquecida en los dos últimos años, todavía podría aportar algo más de lo que ha hecho en este periodo. Al margen del lugar al que se vaya, su profesionalidad y entrega quedará en el recuerdo de los verdaderos aficionados.
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