Indudablemente, no era una buena idea. Me refiero al fichaje por el Sporting del centrocampista ovetense, actualmente en las filas del Celta de Vigo, Michu. El culebrón en que la operación se había convertido ha tenido un final acorde con todo su interminable desarrollo. Después de que esta mañana se daba por hecho que anoche había quedado cerrada la operación, hace escasa horas hemos sabido que el jugador céltico no ha respondido siquiera a las últimas requisitorias del club de Mareo y la transacción se da por abortada definitivamente.
Si en un comentario anterior hacía alusión a los condicionantes que desaconsejaban la operación, dejando al margen los criterios estrictamente deportivos -yo nunca he visto jugar al centrocampista de Oviedo- parece claro que dichos inconvenientes se han visto corroborados por la actitud personal del propio jugador. Sus temores a las reacciones de ambas aficiones, que las ha habido y muchas -los ultras de cada una de ellas se han unido por una sola vez, aunque partiendo de posiciones enfrentadas, naturalmente, en el rechazo a que Michu vista la camiseta rojiblanca- muestran a las claras que, al margen de sus condiciones futbolísticas, hay que tener en consideración la personalidad del protagonista y ésta no indica serenidad ni madurez . Dicen quienes le conocen que el chaval tiene condiciones suficientes para la práctica del balompié pero que es de esos en los que los impulsos pueden más que la cabeza. Vamos, como cuando a Guti se le va la olla y va a cara de perro a por el contrario que le ha dado un 'aviso'; o como el largo enclaustramiento del fenómeno Jesús Navas, que ha precisado de muchos meses de reflexión para aceptar formar parte de la selección y compatibilizarla con su casa, el Sevilla.
Dicen esas mismas personas que si Michu hubiera ingresado en las filas sportinguistas y en el primer partido, o en los dos primeros, le salen mal las cosas o, sobre todo, le silba una parte relevante del público, se acabaron sus habilidades. En fin, que demuestra que la madurez deportiva va muy por delante de la personal.
Al final, la última aportación a sus reticencias han sido la multitud de "amenazas" que ha recibido en las últimas horas si decidía cambiar los aires de Vigo por los de Gijón. Que vestirse de rojiblanco le iba a traer algún problema era obvio, pero ¡vamos, hombre!, que salir a jugar en El Molinón no tiene los riesgos que desde estos días tiene Gaspar Llamazares para desplazarse por culpa de unos ineptos del FBI que han utilizado una foto suya como base para hacer el retrato robot de cómo sería hoy Bin Laden. En fin, que está bien donde está. Cuando racionalice lo de estos días y ponga su mente en claro es posible que pueda demostrar el fútbol que lleva dentro. Si, por el contrario, su raciocinio sigue por los actuales derroteros es muy posible que nunca pueda demostrar si verdaderamente es un futbolista con capacidad para jugar en Primera División y triunfar en otro equipo.
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