Como toda persona con dos dedos de frente sigo con preocupación el día a día de una crisis que no supimos cuándo empezó hasta que ya era galopante y que -lo peor- no sabemos cuándo puede terminar si ponemos atención en las sucesivas elongaciones que de la misma van haciendo los responsables gubernamentales (si la memoria es frágil hágase un repaso pormenorizado de las manifestaciones del presidente Zapatero y de muchos ministros tanto en lo que se refiere al momento en que se va situando la aparición de la luz al final del tunel o de algunos efectos palpables de la recesión como el número de parados que cada equis meses se niege un guarismo superior a los millones que se rechazó otros tantos antes).
Quizá por deformación profesional, aparte de los efectos inmediatos que tiene en la economía de todo ciudadano, procuro hacer también un seguimiento de otras opiniones teóricamente más independientes y teóricamente más autorizadas sobre la evolución de esta crisis y sus posibles salidas, las de esos que pomposamente llamos 'expertos'. Pues bien, esta es la parte más dura de llevar, al menos para quien esto suscribe. Y lo es porque hay una extraña coincidencia en la definición de los responsables que esas personas sitúan al frente de nuestras desgracias: los mercados. Lástima que la concreción se torne galimatías cuando unos y otros se ponen a tratar de explicarnos qué son exactamente esos mercados. ¿Son personas físicas? ¿Son entidades jurídicas? ¿Son los grandes poderes financieros? ¿Son esas multinacionales del chanchullo que no tienen siglas ni largos nombres de raiz anglosajona? Fijnse que hay algunos que hasta se permiten afirmar con absoluta desfachatez que los mercados somos también nosotros, los ciudadanos. En fin, que han encontrado la forma de clasificar tran un simple término algo finalmente intangible, etéreo, mezcla de cosas y conceptos, o sea, aire.
Es una magnífica forma de enmascarar con palabras las responsabilidades de una recesión de caballo, de alcance todavía no cuantificado y que puede llevar a situaciones que algunos ni nos atrevemos a formular. Puede que esos 'expertos' en alquimia verbal consigan mantener sus púlpitos porque, por desgracia, el terreno económico, cuando no se trata de la 'cuenta de la vieya', resulta intransitable para la gran mayoría de los mortales. Sin embargo, los mercados no son ninguna entidad intangible, no son una aleación de conceptos macroeconómicos; tienen nombre y apellidos, tienen siglas y si nos molestamos un poco en adentrarnos en ese proceloso terreno cuyo dominio los 'expertos' guardan celosamente para sí y nos vetan por ignorantes y leemos con detenimiento algunas de las cosas que se publican y les aplicamos el filtro del sentido común, puede que nos fabriquemos nuestro propio 'dossier' y comprobemos que, en este pozo sin fondo al que nos están precipitando, faltan precisamente algunos, los mismos que cada día leemos que siguen gastando el dinero público que teóricamente no se puede gastar, primando, en lo privado, a sus baluartes con indemnizaciones y jubilaciones supermillonarias, especulando a lo grande con las migajas de los menos poderosos o de los menos favorecidos. Son, en definitiva, unos pocos que tienen el control y que nos imponen a todos el sacrificio para que ellos sigan engordando sus bolsillos.
Los mercados son, en definitiva, esas entidades financieras, consultoras, multinacionales que muchas veces el cine nos muestra con toda crudeza, a pesar de que luego salgamos de las salas y pensemos que aquello sólo es cine. Uno de estos días vi la película 'The International' y en ella hay un personaje de breve aparición pero introducido en ese mundillo y que no se retrae al hablar con claridad. Dice este empresario/político que tras bancos y empresas lo que se mueve son precisamente los mercados y la fuerza de los mismos reside en el control de la deuda. Puede que a alguno esta simple frase le recuerda algo que transita estos días con asiduidad machacona por los periódicos y emisoras de radio y televisión, ya sea en boca de políticos, de empresarios o de esos llamados 'expertos', los mismos que eufemísticamente han conseguido que lo que en otros tiempos se identificaba fácilmente como caciquismo, explotación, colonialismo, el dominio de la mayoría por unos pocos, ahora se enmascare con el inocente nombre de mercados. ¡Lástima que Marx se haya muerto y sus correligionarios le hayan echado encima toneladas de tierra no vaya a ser que se le ocurra reencarnarse!
No hay comentarios:
Publicar un comentario