Tardaba en salir el actual líder del PSOE a plantear una propuesta concreta para afrontar, desde el primer grupo de la oposición, la grave crisis de credibilidad y confianza en la que el gobernante Partido Popular ha sumido a este país. Y lo ha hecho de la forma más común y lógica de las posibles: solicitando la dimisión del presidente Mariano Rajoy. Hasta aquí, todo resulta relativamente normal.
Las cosas se complican cuando quien debería ponerse al frente de una hipotética regeneración traslada a sus rivales la obligación de resolver el conflicto con la designación de un nuevo aspirante, elegido entre las filas conservadoras, a sustituir al actual mandatario. De sobra sabe el señor Pérez Rubalcaba que, aun en el supuesto de que sus rivales aceptasen tan descabellada propuesta, un repaso rápido a la lista de presidenciables reflejaría una relación paralela de 'figurantes' en las notas comprometedoras de quien fuera tesorero del partido y ha desatado el mayor escándalo de corruptelas de la reciente historia democrática. O sea, que en ese hipotético caso, estaríamos volviendo a empezar puesto que el sustituto tendría su propia historia, millones arriba o abajo.
No se plantea el señor Pérez Rubalcaba -dice- ni solicitar un adelanto electoral ni la presentación de una moción de censura, alternativas mucho más razonables que la elegida para tratar de dar un vuelco a esa espiral de descrédito que amenaza con tapar a todos. Es posible que, en su fuero interno, haya valorado para descartar ese escenario algunos de los sondeos que periódicamente vienen apareciendo en medios nacionales y que, además de constatar la caída libre del PP, en general, y de su líder, en particular, reflejan idéntico signo en la trayectoria del PSOE y de él mismo. Todavía hoy mismo, el diario 'El País' recoge una nueva encuesta en la que, además de reflejar ese desplome parejo, arroja peores números para los socialistas como oposición que los desastrosos que cosecha el Gobierno; o que él propio secretario general del primer partido de la oposición merece menor credibilidad en dichas responsabilidades que Mariano Rajoy como gobernante.
La desconfianza en sus propias opciones son probablemente las que han llevado al líder socialista a plantear con severos adornos dialécticos y la parafernalia de situaciones excepcionales que sean sus adversarios quienes resuelvan en casa el actual problema que tenemos planteado el conjunto de la sociedad, algo que se nos antoja utópico, como si el planteamiento se produjera a la inversa.
PP y PSOE se encuentran en estos momentos sumidos en una profunda depresión, la misma a la que uno y otro nos han llevado alternativamente en estos últimos años. Trasladar a uno solo de ellos el logro de la receta mágica contra una letal enfermedad es eludir las propias responsabilidades. Solamente una inimaginable entente sincera y desinteresada para abordar en común la excepcionalidad de la situación podría crear un hálito de esperanza entre los españoles. Lo demás es marear la perdiz y aullarle a la luna.
Los dos partidos tienen grandes problemas de credibilidad aunque la casi-certeza de la financiacion ilegal y de los sobresueldos solo penden sobre la cabeza de Rajoy.
ResponderEliminarQuiza lo mas racional , sea esperar futuros papeles en el sentido politico inverso,pero por ahora, son conjeturas y teoricos casos aun no demostrados y carentes de pruebas escritas.
Le faltan (a Rubalcaba) convicción y energía en su solicitud de dimisión (de Rajoy), sencillamente porque adolece (Rubalcaba) de credibilidad. Y -utilizando sus propios recursos argumentales- él (Rubalcaba) lo sabe, y sabe además que los ciudadanos sabemos que él lo sabe. Por lo tanto, poco más cabría esperar: el PSOE sigue por debajo en los sondeos de opinión; una moción de censura sería triturada por la mayoría absoluta del PP; y un hipotético adelanto electoral reside exclusivamente en la (impensable) voluntad de Rajoy.
ResponderEliminarraitanucu