La visita a Madrid del presidente del Banco Central Europeo ha servido para ratificar lo que muchos ya sabíamos: que España ya no puede considerarse sino un protectorado de las instituciones europeas de las que -dicen- forma parte. Desde que la crisis entró en su fase más aguda, todos los ojos se volvieron hacia la canciller alemana, Angela Merkel, poniendo su cara a las exigencias de reformas del mundo laboral o del sector financiero que nuestros débiles gobiernos se veían obligados a adoptar. Luego, conseguimos aclarar que nuestros 'amos' eran uno y trino, como Dios, o quizá sería mejor decir como una horrible hidra de tres cabezas. Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional han trabajado como un solo cerebro para llevar a nuestro país al buen camino que había abandonado siendo 'un mal chico'. Hoy, Mario Draghi se lo ha recordado a los diputados españoles, a los que ha dado también una simbólica palmadita por el 'trabajo realizado' y les ha animado a seguir por ese camino. "Se ha hecho mucho en el tema bancario y laboral", ha dicho el conocido como 'patrón del euro', para puntualizar a renglón seguido que "queda mucho por hacer" y animar con buenas palabras a lo que en román paladino sólo puede denominarse "seguir aumentando los impuestos".
Desde que el anterior Gobierno socialista, y sobre todo el actual del Partido Popular, aceptaron su incapacidad para hacer una política económica propia y se encomendaron a la tutela de los grandes poderes internacionales, la tónica general de los representantes de estos ha sido siempre la de la zanahoria y el palo: sigue así, vas por el buen camino, pero no es suficiente y tienes que esforzarte más. La consecuencia es que ese discurso ha sido adoptado por el Ejecutivo español y el partido que lo sustenta intentando vender a la ciudadanía que hay muestras de que la economía se está recuperando y pidiendo paciencia para continuar los sacrificios porque el final del túnel tiene fecha, aunque imprecisa y falta de contenido.
La consecuencia es que lo que en las altas esferas del poder se llaman reformas económicas orientadas a la recuperación se van convirtiendo cada día que pasa en reales políticas de miseria. ¿De que nos vale a un país que cuenta por decenas de miles los puestos de trabajo que cada mes se destruyen el que unas palabras de aliento del presidente del BCE hagan que la Bolsa suba? ¿De qué sirve que la prima de riesgo se relaje por los mismos motivos si los consiguientes beneficios para el Estado español se escurren por las cloacas de una clase política sinvergüenza y corrupta? Cada día que pasa les resulta a los españoles, por muy ignorantes que alguno quiera considerarles, más difícil de tragar ese bebedizo emponzoñado que es el discurso económico de los poderes reales y de quienes les bailan el agua para seguir manteniéndose.
Que una alocución en sede parlamentaria de Draghi no tiene capacidad para aliviar -más bien al contrario- el malestar de los ciudadanos lo corrobora la mordaza impuesta a la misma desde las filas del mayoritario PP por boca del presidente del Congreso, Jesús Posada. No cabe en ningún pensamiento mínimamente democrático que las recetas de quien impone las normas a este país se cocinen a puerta cerrada, salvo que se esté en la convicción de que esos platos únicamente pueden ser recibidos por los obligados comensales como una auténtica purga. No hay otra forma de denominar ese mensaje del 'vais bien, pero teneis que ser buenos y seguir apretando los dientes'.
No vuelva a caer en el mismo error y no les vote de nuevo.
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