El Partido Socialista Obrero Español tiene desde anoche un nuevo secretario general. Y lo tiene después de un proceso formalmente inatacable en el que ha tenido opción de votar entre los tres candidatos presentados el conjunto de la militancia censada. Se llama Pedro Sánchez Pérez-Castejon, un nombre al que todavía tendremos que acostumbrarnos hasta que los media, en la necesaria obligación de encajar títulos, concrete el previsible Castejón, siguiendo la costumbre de los Zapatero, Pons, Areces o Rozada, por poner algunos ejemplos que se me vienen ahora a la cabeza.
Pedro Sánchez (de momento vamos a llamarle así) ha recogido casi el cincuenta por ciento de los votos emitidos por los afiliados con una participación más que estimable (65%), lo que demuestra el interés que este procedimiento había despertado entre sus correligionarios. Nada menos que trece puntos le ha sacado a su principal rival, Eduardo Madina, que había prometido "quitarse de en medio" en caso de no resultar ganador. Y muy por encima de ese representante de la 'vieja izquierda' que ha sido José Antonio Pérez Tapias, el único defensor de las "esencias" del viejo socialismo.
Ha cubierto así el PSOE la primera etapa de un proceso que no ha hecho más que empezar y que tiene su más inminente correlato en el congreso que, amén de ratificar a su nuevo secretario general, deberá establecer equipos y programas para acometer esa ardua tarea de recuperar el terreno perdido desde los tiempos de José Luis Rodíguez Zapatero. Este es el meollo de la cuestión, y no disponer de un rostro que situar en el cartel electoral, lo único logrado hasta la fecha.
Porque se ha hablado mucho en las últimas horas de liderazgo y se ha atribuido tal en titulares a Pedro Sánchez. Pero una cosa es ponerse al frente de algo y otra, bien diferente, ser un líder. El sustituto de Alfredo Pérez Rubalcaba cuenta con el apoyo democrático de una mayoría del partido, pero eso no le aporta carácter ni carisma para guiar la nave de la organización, ni mucho menos encandilar a un electorado desencantado con las siglas tradicionales.
Se ha hablado mucho también en las últimas horas de la desvinculación entre el proceso de elección abordado por los socialistas y el llamado 'aparato' del partido. De suyo, todos los aspirantes han huido como del fuego de su asociación a ese mismo 'aparato'. Item, alguien podrá decir que el mismo no ha funcionado como imán de los votos, toda vez que parecía que si alguno de los candidatos estaba más próximo a Ferraz ese era el claro perdedor, el diputado vasco.
Claro que yo distinguiría entre el concepto tradicional de 'aparato', asociado a la dirección federal, y los 'aparatos' territoriales, dado que, muy especialmente en el PSOE, estos se han mostrado prioritarios en cualquier proceso importante como el ahora emprendido y así se ha manifestado desde que empezó. Más específicamente, en el caso que nos ocupa, habría que hacer referencia muy especial a Andalucía, que con su cuarta parte del censo ha tenido preponderancia en la historia del partido en los últimos años. Nadie va a convencernos de que la presidenta de esa comunidad sólo representa un voto más de los algo más de 129.000 emitidos ayer. Y cito a Susana Díaz por tratarse del territorio decisorio en todos los casos relevantes de la moderna historia del partido . También podría mencionar a otros 'aparatos' territoriales que se muestran más que preponderantes y que, unidos, empañan, si no la legitimidad, si la realidad del voto directo.
En este escenario, no puedo dejar de resaltar la actuación de los socialistas asturianos, desde hace ya tiempo a contracorriente de lo que sucede en su partido a nivel estatal. El apoyo a Madina en el Principado superó en trece puntos a los de Pedro Sánchez, exactamente la misma diferencia, pero a la inversa, que se produjo en el conjunto federal.
Y, como nota curiosa, también del ámbito regional, no me resisto a dejar de resaltar que, frente a esa corriente mayoritaria, se ha situado uno de esos personajes que siempre están dispuestos a subirse al carro del ganador. Me refiero al diputado Antonio Trevín, que no dudó un momento en trasladarse ayer a la sede central para fotografiarse, junto a otros compañeros, con el flamante secretario general. Él, que siempre ha sido el escudero incansable del depauperado Pérez Rubalcaba....
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