Me viene a la cabeza ahora el título de esa simpática película británica que tenía como protagonista a un irresistible Hugh Grant, entonces en la cumbre de la fama. Y me viene a propósito del desenlace que el pasado fin de semana ha tenido el congreso extraordinario de los socialistas espeñoles. En él, aunque supongo que sin proponérselo inicialmente, ha tenido un protagonismo destacado la delegación asturiana, con el presidente del Principado al frente.
Y lo ha tenido porque, según cuentan las crónicas de los distintos medios informativos, Javier Fernández ha enseñado por vez primera las garras ante el atropello de la indiscutible lideresa del nuevo PSOE (lo de Pedro Sánchez ya no se lo cree nadie) que le arrebató en la línea de llegada la Presidencia del órgano territorial al mandatario asturiano. Parece que era ese el único cargo que ambicionaba, y no parece -porque eso es seguro- que le habían prometido que le mantendría. Pero la 'picara andaluza', en cuyo proceder se acumulan más trampas que en un tiro al blanco de feria, encontró precisamente en esa responsabilidad el lugar que estaba buscando para no mostrar a las claras sus verdaderas ambiciones totalitarias. Poco le importa desde su posición esa pequeña federación asturiana que, para más inri, apoyó de frente al perdedor Eduardo Madina.
Parece -decía- que la delegación asturiana se plantó en la madrugada del domingo, dispuestos sus miembros a romper la baraja y autoexcluirse de todo, incluida la amenaza de Javier Fernández de no repetir en la lista autonómica de mayo próximo (¿acaso no tiene ya esa idea en la cabeza sin necesidad de que le empujen sus correligionarios federales?). Pero no está el nuevo secretario general para empezar su mandato con heridas abiertas y, para ello, trató de llevar al huerto al dirigente asturiano ofreciéndole oro, incienso y mirra, pero no la Presidencia del Consejo Federal, que era el presente que él deseaba. "Dime que quieres pero no me la armes", podría haberle manifestado.
No es Fernández un kamikaze ni le van los conflictos. Quizá por eso decidió no dar la nota y aceptar dos secretarías de área (mucho más de lo que la Federación Socialista Asturiana ha tenido hasta ahora en la ejecutiva) y tres plazas más en el comité federal. Toda una conquista. Aunque eso no fue todo. Para calmar al 'airado' presidente asturiano, Pedro Sánchez se sacó de la chistera un nuevo órgano, el Consejo para la Transición Industrial y Energética, un ente -dicen- creado a la medida de Javier Fernández y con una denominación relacionada con su conocida inclinación por los temas que incluye en su enunciado. Nadie sabe para que sirve pero encaja como un guante de seda en la biografía del asturiano. Todo sea por evitar un enfrentamiento.
Al final, Asturias se sumo a la tómbola de los regalos seguros y contribuyó de forma destacada a cubrir los 38 puestos de una comisión ejecutiva que, antes del fin de semana, iba a estar formada por entre quince y veinte personas. En eso, como en tantas otras cosas, nada ha cambiado en el todavía primer partido de la oposición. Hay plazas para contentar a todos lo que pintan algo, sobre todo a los 'barones' territoriales.
Y así ha vuelto para casa la delegación asturiana, con el rabo entre las piernas, pero exhibiendo esa notable representación (las secretarías de María Luisa Carcedo y Adriana Lastra no son precisamente de las de relleno) con plaza segura para Fernández como miembro nato de la nueva ejecutiva.
Al final, el líder de los socialistas asturianos, emulando al antedicho Grant, fue ese astur (no inglés, aunque por su proverbial flema podría serlo) que acudió a certificar la colina de su situación en el 'nuevo' PSOE, para descender de las dificultades de la montaña en la que se convirtió su paso por el reciente congreso federal.
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