Ernesto es un nombre al azar, es el de uno de los componentes dela plantilla del modesto Alcorcón, que anoche humilló al Real Madrid con cuatro golitos en el partido de Copa del Rey. No sé si Ernesto es la figura del equipo o un simple figurante del mismo; el caso es que formó parte del conjunto que sí que distingue a sus componentes por el nombre y por el montante de la ficha que cobra cada uno de ellos. Si en el partido de vuelta el equipo de los galácticos bis le meten una goleada al vecino equipo de Segunda B pasarán la eliminatoria y, aunque no v a ser fácil -recuérdese el pasado año la experiencia del Real Unión de Irún- puede que para muchos la cosa no tenga mayor importancia y acabe por olvidarse con el paso del tiempo.
Sin embargo, el problema ya no es de un resultado. El pasado sábado muchos medios de claro color madridista argumentaron el tropiezo de su equipo en Gijón por las muchas bajas que los 'merengues' tenían en su línea atacante; algunos se lamentaron de que el equipo de la capital no lograra en El Molinón los tres puntos por culpa de un arbitro que pitó una mano a Kaka que -dicen- nunca se produjo y que esa jugada abortada terminó en gol legal.
Eso es ahora agua pasada. El problema real es otro y ayer se expresó en su más cruda realidad. Este equipo, el proyecto destinado a minimizar el 'triplite' del pasado año de su eterno rival, el Fútbol Club Barcelona, no carbura. Con el Sporting podría valer el argumento de que no estaban disponibles Ronaldo, Higuaín o Benzemá, incluso se puso sobre el tapete la baja de Van Nistelroy, un gran delantero, pero que figura en la plantilla blanca más por sus méritos pasados que por lo que pueda ofrecer de solución en estos momentos de vacas flacas.
Ayer, tras el partido de Alcorcón, se iniciaba una noche de 'cuchillos largos' cuyo destinatario es ya el entrenador Pelegrini. Llegado el caso esa será la solución fácil, aunque nadie se acuerde ya de que quien devolvió hace escasos meses la ilusión al madridismo fue el presidente del club, Florentino Pérez, a golpe de desaforada utilización de talonario, olvidándose de que, 'sensu estricto', la acumulación de individualidades, por muy alto que sea su valor intrínsico, no da lugar al guarismo resultante de la suma de todos esos elementos.
Ayer el presidente merengue sonreía a medida que se iba confirmando la tragedia. Esa expresión de esfinge puede ocultar muchas cosas, pero nunca el mal camino que lleva su proyecto -es cierto, acaba de empezar- y la provisional falta de cumplimiento de un compromiso firme: poner al Real Madrid por encima de todos los demás, algo que, al menos de momento, resulta difícil de creer.
En este preciso momento la importancia de llamarse Ernesto, o de cualquier otra manera, tiene más valor que tener en el carné de identidad el de Raúl, Cristiano o Iker. Al Alcorcón ya nadie le va a quitar su noche de gloria, pero en el otro lado de la balanza hay un equipo que empieza a mostrar tantas fisuras como para hacer desconfiar al más optimista de sus seguidores. Y si no que se lo pregunten a ellos.
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