lunes, 12 de octubre de 2009

Sentido y sensibilidad

Se puede hacer un buen cine en el que el ritmo de una historia bien contada sea la base sobre la que se sustenta el resultado. También se puede lograr una buena película con imágenes que, fundamentalmente, transmitan sentimientos, emociones, vivencias personales. En ambos casos estamos hablando de opciones válidas en el objetivo final de alcanzar un producto de ocio y cultural, a un mismo tiempo. Lo que resulta más difícil es lograr en un único producto la conjunción de las virtudes de amabas alternativas. Eso lo ha logrado Juan José Campanella con "El secreto de sus ojos", una película que recomiendo a todos los aficionados al buen cine, por encima de gustos puntuales.
Lo último del autor de "El hijo de la novia" plantea un argumento en dos niveles diferentes, aunque complementarios. Por un lado, está la historia de un crimen salvaje y la investigación del mismo que dirigen los integrantes de un juzgado de Buenos Aires. Aquí, Campanella juega con dos niveles temporales para dirigirnos por los vericuetos de una trama compleja, que avanza y retrocede para retroalimentarse en la construcción de un 'puzzle' que no desvela nunca la imagen completa del suceso, pero que nos va dando pinceladas complementarias que mantienen vivo nuestro interés. Los giros que experimenta la trama van acumulando datos a los que no son ajenas las personalidades de los protagonistas. Porque -supongo que estará claro para cualquiera- que estos esforzados funcionarios judiciales argentinos no son los superhéroes norteamericanos, no entran en acción -normalmente- con armas y peleas. Tampoco el resto de los personajes son delincuentes de alto postín, ni vengadores urbanos. Todos, unos y otros, son personas de carne y hueso, no muy diferentes de aquellas con las que nos encontramos cada día. Campanella alcanza, sin embargo, un clima narrativo permanente, que, de vez en cuando, espabila con alguna sorpresa. Porque "El secreto de sus ojos" las tiene, y bastantes.
Con ser la trama argumental una baza importante de la película, son los personajes, sus diálogos, sus silencios, sus acciones y sus omisiones los que refuerzan su carácter de gran cine. Todos sabemos de la versatilidad y capacidad de convicción que Ricardo Darín es capaz de dar a la mayoría de sus creaciones, y sobre él cae el peso principal de la narración en imágenes. Pero es que sus acompañantes no se quedan atrás, especialmente Soledad Villamil (Irene) y, sobre todo, Guillermo Francella (Sandoval), con un personaje que parece dibujado expresamente para Eduardo Blanco. Campanella, que también es responsable del guión mima los diálogos, pero, sobre todo, las miradas, porque no es casual que el título aluda a los ojos.
Mientras la historia discurre, el cineasta argentino nos ofrece pasión, la de Pedro Sandoval (el incondicional colaborador de Benjamín Expósito, al que da vida Darín), incluso la del mafioso jefe de éste. En contraste, asistimos a otra forma del mismo sentimiento, una pasión subterránea, amordazada por la pareja protagonista, incapaces ambos, incluso muchos años después, de hablar de sus sentimientos recíprocos, esbozados, aunque silenciados a renglón seguido; apuntados por un leve roce o una somera insinuación, que los miedos respectivos apagan con la celeridad del fuego de una cerilla que amenaza con quemarles los dedos. Es en este terreno en el que Campanella logra redondear su filme. Aquí roza la perfección de un estilo al que ya nos tenía acostumbrados con sus anteriores películas, pero "El secreto de sus ojos" mejora a todas sus pedecesoras hasta apuntar al carácter de obra redonda. Quizá un final menos optimista, chocante con los otros 120 minutos de metraje hubiera aportado ese plus. En cualquier caso, se trata de una cinta notable y que, al margen de las caprichosas decisiones de los jurados festivaleros -empeñados en rodearse de una aureola cultural premiendo sólo a películas chinas o iraníes- huela a premio importante. Quizá el Oscar a la mejor película extranjera, galardon al que concurre por Argentina.

1 comentario:

  1. Después de un sinfin de peripecias tecnológicas, logré leer el comentario de hoy sobre El secreto de sus ojos, una película que tuve el inmenso placer de ver y de disfrutar. Es preciosa. Por ritmo, por intensidad, por diálogos y por tensión cinematográfica. Quizá para los no argentinos muy cargada de giros porteños que, de conocerlos, nos ayudaría seguramente, a interpretar mejor la película. En cualquier caso, un soplo de aire fresco después de un verano horrible cinematográficamente hablando.

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