jueves, 22 de octubre de 2009

Trucos telefónicos

Es generalmente conocida la mala fama tanto de las compañías de telefonía como de las empresas que operan en el sector. No hay más que revisar periódicamente los balances de Consumidores para saber que es precisamente este sector el que tiene el mayor grado de denuncias de los usuarios. Aunque las experiencias propias negativas son escasas, que no nulas, hace pocas horas he sido testigo presencial de uno de esos muchos casos que sacan al protagonista de sus casillas por lo que de trampa tienen. El caso es el siguiente:
Una importante compañía remite al terminal de una persona un mensaje en el que le anuncia que su número ha salido elegido para recibir de forma gratuita uno de los más modernos aparatos que aquella ha lanzado al mercado. Para disponer de él solamente le pide que envíe un sms a un número de cuatro cifras con una única palabra, el nombre de la compañía. Total, ¿qué tengo que perder?, se dice el afortunado. Y lo hace. Al instante recibe un nuevo mensaje en el que le pide respuesta inmediata con el número de la línea del usuario. Bueno, otro euro y medio, pero todo sea por un regalo interesante. La misma operación que antes le lleva a un tercer mensaje en el que se le solicita el nombre de la persona titular de la susodicha línea. Ya metidos en gastos, sumamos otro euro y medio y parece que el flamante terminal ya casi es nuestro. Pero hay un cuarto mensaje que, ahora solicita la dirección del domicilio del usuario en cuestión. El mosqueo ya es grande, especialmente cuando en este tercer mensaje desaparece la condición de gratuidad del aparato y se le indica que el regalo es entrar en un sorteo para el terminal indicado en el primer mensaje de la compañía. La irritación aumenta. Pese a todo, la persona manda ese cuarto sms. A renglón seguido recibe contestación de la otra parte solicitando un nuevo correo que "confirme" la población de residencia del ya no tan afortunado. A partir de aquí éste decide sustituir el intercambio de mensajes para mandar en voz alta a la telefónica literalmente "a tomar por el saco". Claro que para entonces ya se ha gastado seis euros.
El caso podría tener su gracia si no fuera por esta circunstancia económica y lo que de tomadura de pelo tienen estas operaciones con un claro contenido fraudulento. Además, en paralelo es de suponer que a otros muchos españoles les estaba ocurriendo lo mismo, con ligeras variantes de número de mensajes y de decibelios para los improperios. Estos problemas y otros parecidos ocurren a diario y nadie parece estar en condiciones de ponerle coto. Consumidores acumula denuncias que honradamente tramita, pero casi nadie se mete en pleitos por "tan poca cosa". Estaría bien que el Gobierno, que ha sido elegido para hacer valer la ley y mantener la dignidad de sus ciudadanos, se decidiera algún día a tomar en serio este tipo de trampas y legislara convenientemente para no permitir que haya tan amplio campo para las mismas como del que disponen ahora los "engañadores". Claro que mientras el ministro de Industria esté más preocupado por haber superado con su regalo de bombillas de bajo consumo el número de condones que ha repartido su compañera de Sanidad -que también asume en la misma cartera el departamento de Consumo-, probablemente no tenga tiempo para este otro tipo de minucias.

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