jueves, 21 de abril de 2011

¿De qué hablamos cuando hablamos de pactos?

Aunque algunos por respetar las formas se empeñen en mantener la terminología de pre-campaña, a nadie le cabe duda de que el pistoletazo de salida para la batalla del 22 de mayo hace ya algunas semanas que se dio y a lo que estamos asistiendo, aparte de los algunos protocolos mínimos que recoge la normativa electoral vigente para los quince días previos a la cita con las urnas, responde fielmente a las características de una verdadera campaña electoral.

No es que sea exactamente nuevo, pero hacía mucho tiempo que la maquinaria de los partidos no se mostraba tan engrasada como en esta ocasión, fruto, sin lugar a dudas, del cambio de escenario en el que el Principado se enfrenta a los comicios municipales y autonómicos del mes próximo. Las fuerzas políticas que se suponen que van a determinar el futuro institucional de esta comunidad son las principales protagonistas de este acelerón sin precedentes, una actitud que ha obligado incluso a los minoritarios a sacar ya la cabeza y empezar a participar en los grandes debates (¿...?) con anticipación.

En este marco especial es muy posible que el Partido Popular aparezca como el primero de la clase, y de ello es muestra el desbordante despliegue de dirigentes que en los últimos meses han pasado por Asturias en la obligada tarea de apoyar a su candidata a la Presidencia del Principado, Isabel Pérez Espinosa. En esta misma tribuna lo había comentado en alguna ocasión, pero aquel inicial aluvión no se ha interrumpido, hasta el extremo de que es casi seguro que no haya en toda la historia de este territorio autonómico -Cascos ya lo llama país- un corto periodo con tan intensa actividad presencial de la cúpula del equipo que preside Mariano Rajoy, o incluso en tiempos de su predecesor, José María Aznar. También es verdad que los socialistas se han dado cuenta de que necesitan tanto o más cualquier tipo de ayuda externa y tratan de no ir a la zaga de sus rivales en las últimas semanas.

El lo que a lo populares se refiere, esa 'mareona de figuras' ha dado lugar a muchas y variadas declaraciones en las que suele resultar inevitable la referencia a ese factor diferencial con respecto a otras comunidades cual es la presencia de Francisco Álvarez-Cascos y su partido, Foro Asturias. Y en este contexto ha habido de todo, desde ataques claros y directos hasta alguna llamada al tronco común del que las dos fuerzas políticas inicialmente parten, pasando por la más absoluta de las indiferencias, postura que en esto de la política puede ser tan válida como cualquiera.

Las últimas declaraciones -al menos de las que yo conozco- de los máximos responsables del PP a propósito de Cascos y de su nuevo partido corresponden a la secretaria de Organización del partido, Ana Mato -por cierto, una de las principales valedoras de su candidatura a cartel electoral asturiano cuando aún militaba entre los populares-, quien mostró su convencimiento absoluto de que su ex compañero votará para que Espinosa gobierne "si el PP gana las elecciones". Hay que entender, obviamente, que la veterana dirigente de la derecha se refiere a una victoria de su partido sin mayoría absoluta.

Mato es directa y su razonamiento, en teoría, impecable. Lo que ocurre es que la persona que le hizo la entrevista en la que exponía las anteriores manifestaciones no anduvo muy fina a la hora de repreguntar una cuestión que aparece obvia hasta para un alumno de Primaria. La inquisitoria subsiguiente -creo yo- sería pedirle opinión sobre si su teoría es reversible, es decir, ¿apoyaría Espinosa y el PP asturiano a FAC para gobernar en el Principado si fuera el ganador de las elecciones -otra vez estamos hablando, naturalmente, de mayorías relativas-?

Es una lástima que a estas alturas y con el más arriba mencionado ritmo de pre-campaña los asturianos carezcamos de encuestas con un mínimo de fiabilidad. Las pocas que hay hasta ahora son contradictorias y no responden a los mínimos exigibles para establecer una tendencia, pues de eso se trata cuando hablamos de sondeos. Todos sabemos que muchas veces se equivocan, pero no tanto cuando son varios los que tienen un mínimo de credibilidad y coinciden en su orientación. Ya hay más de los que conocemos en estos momentos, pero los que los han pagado parece que prefieren por el momento guardárselos para ellos. Por algo será.

Aún con este hándicap demoscópico, las primeras impresiones -e insisto en que son sólo eso, impresiones, por carecer de una base matemática sostenible- apuntan a que la derecha podría tener, sumando sus votos, la mayoría absoluta en la Junta General. De eso son conscientes hasta sus principales rivales, los socialistas, que no pieden la ocasión de demonizar a PP y FAC, "porque van a acabar pactando", como si de un acto contranatura se tratase. ¿En que se diferenciaría ese acuerdo del que les ha permitido a ellos formar mayorías estables con Izquierda Unida durante los últimos ocho años?

Lo que, a mi modo de ver, parece evidente es que lo más probable es que IU mantenga su actual peso -más fruto de los deméritos del PSOE que de los aciertos propios- y que las tres patas que sostienen la mesa política -PSOE, PP y FAC- se vayan a repartir el pastel con diferencias no tan significativas como algunos vaticinan. De esta prospección personal se deduce que los dos partidos de la derecha pudieran tener la mayoría absoluta que antes mencionaba.

Si la reciente historia de la derecha asturiana no tuviera los componentes personales de todos conocidos, con antagonismos y enfrentamientos a muerte, la solución de la ecuación sería bastante fácil. Pero esos complicados elementos obstruccionistas existen y van a mantenerse sean cuales sean los resultados.

Por eso resulta relevante que alguien con las responsabilidades de Ana Mato haya lanzado ya al ruedo electoral uno de los elementos más significativos de cara a los días siguientes al 22 de mayo. Si los números obligan al pacto, está en la mano de los dirigentes de Génova la labor de convencer a Cascos de que deje gobernar al PP -si es el más votado de los dos-, pero también tendrían la obligación de hacer lo propio si FAC saca más votos que su partido en Asturias.

En definitiva, que será importante que se vaya aclarando de qué hablamos cuando hablamos de pactos. La exigencia a Cascos de que les deje gobernar pasaría casi seguro por la retirada del ex ministro, al que nadie ve ni en la bancada de la oposición ni de 'número dos' de Espinosa. Por otra parte, una hipotética victoria de FAC impondría a la dirección nacional del PP facilitar a Cascos la Presidencia de la comunidad, e igualmente en este caso la historia pasaría por una retirada, la de Gabino de Lorenzo, quien también "sexagenario" podría 'jubilarse' y pasar a dedicarle su tiempo a las posesiones de que dispone en Benia. El alcalde de Oviedo pone nombre y apellidos al problema desde el bando del PP. Estoy seguro de que la candidata de este partido no sería un obstáculo insalvable, y los Ovidio, Goñi, Aréstegui,... tampoco se muestran como la mano que pueda romper la baraja. Hay, sí, en este lado del cuadrilatero un problema más peliagudo: ¿Qué hacer con Pilar Fernández Pardo?, pues no creo que nadie se imagine a los dos enemigos verdaderamente irreconciliables compartiendo 'merendero'. ¿Podría quedar Pilipardo confinada a su territorio de Gijón, incluso como alcaldesa? Parece difícil, pero en política no hay nada imposible. ¿Podría salir con discreción por la puerta de atrás y seguir con su cómoda acta de diputada nacional? Esto resultaría más factible, pero tampoco parece que entre dentro del programa ni ella daría ninguna clase de facilidades para ello.

En fin, señora Mato, que para hablar de pactos hay que saber de qué pactos se habla y tener en cuenta que aquello que en otro lugar sería natural y evidente, en Asturias tiene unas dificultades, y grandes, añadidas. Cualquier tipo de acuerdo para que la derecha gobierne en el Principado va a exigir dejar cadáveres en el camino, y eso deber tenerlo muy en cuenta a la hora de preparar el terreno. Entre tanto, unos y otros, derecha e izquierda, seguirán haciendo sus cuentas o cambalaches, siempre insatisfactorios para todos ellos, mientras de cara a la ciudadanía proclamarán la seguridad en su victoria sin llegar a la necesidad de contar con otra cosa que con sus propios votos.

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