Dentro del creciente ritmo de la actual campaña electoral, los candidatos empiezan a dedicarle más tiempo a la movilidad geográfica y, enmarcada en ella, no deja de llamarme la atención el tiempo que los aspirantes a futuros mandatarios de esta comunidad vienen dedicando al sector primario, muy po encima cuantitativamente de empleado en cualquier otra cita electoral anterior, si la memoria no me traiciona.
Si hacemos un repaso a la actividad diaria durante las dos o tres últimas semanas de los carteles electorales para el 22 de mayo nos encontraremos con que la zona rural, el agro, son cita obligada un día sí y otro también de muchos de ellos. La sorpresa es mayor si se tiene en cuenta que, sin despreciarlos como nicho de votos, la mayoría de los políticos en ejercicio institucional no suelen, tras el paso por las urnas, hacer demasiado caso a agricultores y ganaderos mas que para algún que otro compromiso obligado por el momento puntual, compromiso que guardan, cuando disponen del bastón de mando, en uno de los cajones de las aristocráticas mesas de sus lujosos despachos.
Mi querido compañero de tantas tardes de fatiga en la redacción de 'El Comercio' Chema Allongo, pozo de sabiduría memorística donde los haya, me recordaba al comentarle mi observación que, si tal vez no en estos tiempos que corren, hubo un momento en que ese sector primario, tantan veces mentado y tan pocos recordado a la hora de afrontar sus problemas, fue determinante en el logro de un escaño. Claro que eran otros tiempos y las normas diferentes, pero rememoraba mi inagotable colega que, allá por el mes de octubre del año 1967, en unas elecciones a procuradores en Cortes por el tercio familiar (estábamos, como es obvio todavía en el franquismo) un conocido médico pediatra gijonés, Eladio de la Concha, claro favorito a priori a una plaza en Madrid desde su posición urbanita, se quedó a las puertas de su objetivo cuando José Busto Sánchez, que no parecía contar demasiado en aquella batalla, le dejó sin escaño y con dos palmos de narices tras arrasar en los pueblos alejados del gran área central industrial (El tercero en discordia, para los amantes de la historia, fue Fernando Beltrán Rojo, que también resultó electo).
Aunque no lo creo y ahora Asturias disponga de tres circunscripciones que hacen que el voto de las alas no sume a los del centro, puede que nuestros ilustres candidatos del momento se acuerden de historias como ésta y, por si acaso, se trabajen más que en anteriores ocasiones el campo. Tiene que ser eso porque, aunque en esto de la política cada día las cosas son más sorprendentes, no nos consta que las últimas reformas de la ley electoral hayan concedido a las vacas el derecho al sufragio. Claro que, con los recortes obligados y periódicos desde la incorporación de España a la Unión Europea, ni aún dándole al ganado vacuno el privilegio del voto les serviría a sus destinatarios para mucho. A fin de cuentas, ¡quedan ya tan pocas!
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