Resulta que tanto hablar de los 'gurteles', de los 'fabras' o de los 'pozeros', tanta recurrencia a los niveles de corrupción en la derecha española -que la hay y mucha; no está en mi ánimo tapar a unos sinvergüenzas- y, al final, va a ser precisamente aquí, en Asturias, donde los socialistas, que tienen mejores condiciones objetivas para no darse el batacazo, como prevén las encuestas en la mayoría de las comunidades, las va a tocar la china. Es posible que la 'Operación Marea' no tenga el nivel -mediático seguro que no- que han alcanzado los trapicheos que albergan su nicho de sospechas fundamentalmente en la Comunidad Valenciana, pero a la Federación Socialista Asturiana le va a tocar lidiar con un problema de las mismas características, salvando las distancias de la relevancia cuantitativa y cualitativa que puedan tener ambos escándalos.
El caso es que no se puede escupir para arriba, como dice la sabiduría popular. Desde que explotó el asunto de la presunta corrupción en el Gobierno asturiano, centrada en la Consejería de Educación, escándalo que llevó a prisión al hasta poco antes titular de la misma, José Luis Iglesias Riopedre, la condición secreta del sumario, la 'timidez' de algunos partidos de la oposición o de otros que estando en coalición con el Ejecutivo se suponen los más activos contra cualquier sombra de sospecha de irregularidades graves en la Administración pública, añadido al manifiesto distanciamiento practicado por los dirigentes socialistas de los imputados y, casi de tapadillo, del conjunto del Gobierno regional -será por si sale más 'mierda', porque el juez Sorando, y su antecesora en Gijón, ya ha manifestado que el caso puede tener otras ramificaciones-; desde entonces -digo- la utilización política del asunto había sido considerablemente tibia.
Pero no era lógico pensar que un asunto de las características de lo que algunos llamaron 'caso Ripedre' se fuera a quedar en alguna que otra diatriba del siempre agresivo Cascos. Al final, desde que el arbitro -la normativa electoral- pitó el inicio del 'partido' -la campaña oficial para la cita con las urnas del próximo día 22- las hostilidades se han desatado y las primeras cuarenta y ocho horas de la misma han puesto de manifiesto que ninguno de los rivales del PSOE asturiano va a dejar pasar este arma política y que la misma tiene todas las posibilidades de convertirse en el argumentario principal de estos intensos quince días.
Y tampoco es para pensar que los adversarios de los socialistas tenían guardada en un cajón esta 'hoja de ruta' con la intención de ponerla en marcha una vez dado el pistoletazo de salida de la medianoche del pasado jueves. Tampoco vamos a darles tanto mérito. La verdadera espoleta la ha puesto el levantamiento judicial del secreto de parte del sumario de la 'Operación Marea', lo que ha permitido que la opinión pública conozca amplísimos detalles de la trama, entre ellos, hechos y conversaciones que desmontan aquella imagen de 'hombre honrado engañado por su entorno' que se hilvanó en torno a las implicaciones del anterior consejero de Educación.
Ahora, los socialistas ya no pueden solamente escudarse en que todo está en manos de la Justicia. Es verdad que ellos no llevan al citado Ripedre en sus listas -como hacen sus rivales y ellos mismos en otras partes de España-, pero en la gestión de la vida pública la mujer del césar no solamente debe ser honrada, sino parecerlo, y no es así en el caso que nos ocupa. La imagen del Ejecutivo de Areces está en entredicho y nadie parece querer salir a defenderla con verdadera intensidad.
Hoy mismo, el líder de los socialistas asturianos y candidato a la Presidencia del Principado, Javier Fernández, admitía no solamente la existencia de un estado de "alarma", sino también la imposibilidad de cuantificar la "influencia" que la presunta corrupción que afecta al seno del actual Gobierno autonómico pueda tener en las urnas dentro de dos semanas. En público, sus compañeros de partido se desmarcan del asunto y tratan de alejarlo de ellos y de su campaña todo lo humanamente posible, pero en privado no dudan en reconocer sus temores a que la corrupción pueda pasarles factura en estos momentos decisivos del largo camino hacia la conservación del poder en el Principado.
En definitiva, que a los socialistas asturianos alguien les ha hecho un traje, aunque no tenga el diseño y la calidad de los que luce 'de papu' el candidato de los populares valencianos, Francisco Camps.
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