Jesús Iglesias, coordinador general de Izquierda Unida de Asturias y candidato de esta misma fuerza -coaligada con Los Verdes- a la Presidencia del Principado en los comicios del pasado día 22, ha cometido uno de los peores pecados en los que puede incurrir un político con experiencia: la de insultar a millares de sus paisanos.
En la entrevista que hoy publica el diario 'El Comercio', entre otras frases fruto de su análisis de los resultados de las citadas elecciones, leo textualmente que "tras comprar un producto como el que vendía Foro, entiendo que los asturianos son más ingenuos de lo que yo pensaba". No sé si una persona que se ha acostumbrado a vivir en la poltrona de la profesionalización política desde hace ya muchos años, primero en el Ayuntamiento de Gijón y después en la Junta General del Principado, se da cuenta del alcance de tales palabras. Traducidas al común de los ciudadanos de la calle más o menos podría interpretarse como 'el que no nos vota a nosotros -a IU- o a nuestros camaradas de la izquierda (¿...?) -PSOE- están enajenados, o son tontos, o las dos cosas'.
Análisis como el del señor Iglesias nos retrotraen más bien a regímenes dictatoriales -ahora que la Real Academia de la Historia ha abierto la polémica con sus definiciones de estos sistemas políticos y sus principales representantes-, ya sean de la derecha o de la izquierda. De alguna manera podría decirse que, aunque en la práctica parezca que se trata de etiquetas del pasado, lo que dejan traslucir afirmaciones como la mencionada es que el viejo poso del estalinismo todavía gorgotea en el sustrato ideológico de los antiguos 'peceros'. Con estas formas de pensamiento a uno le entra pánico de que una fuerza política cuyo líder se expresa así pudiera llegar a gobernar, algo que hoy en día, afortunadamente, se antoja inverosímil.
Que la izquierda en Asturias no ha aceptado su derrota parece evidente y que la asunción de responsabilidades que en la noche electoral, por ejemplo, hizo el presidente del Gobierno a nivel nacional no han calado en sus correligionarios y compañeros de viaje en el Principado. En cualquier caso, al menos los socialistas -por boca, sobre todo, de su nuevo 'doberman' Jesús Gutiérrez, secretario de Organización de la Federación Socialista Asturiana y nuevo diputado regional- cargan contra su adversario, en este caso Francisco Álvarez-Cascos, pero no se permiten descalificar a quienes le votaron, el error en el que sin ningún tipo de pudor ha caído Jesús Iglesias.
IU ha venido alardeando en estos últimos días de sus resultados -muy respetables, aunque sigan teniendo los mismos cuatro escaños que en la legislatura recién terminada- pero en este caso esa mejoría tan relativa no les va a permitir -salvo que la derecha se empeñe en suicidarse por sus inquinas internas- repetir su papel de 'muleta' institucional de los socialistas. Es curioso que sus principales dirigentes hayan realizado una campaña reclamando para sí el único voto que apoyaría a la izquierda real después de haber estado tantos años 'sirviendo' a los socialistas a cambio de un puesto en los gobiernos, esos mismos ejecutivos a los que acusan de derechización cuando llegan los momentos de confrontar en las urnas. Es curioso -digo- pero, a fin de cuentas, es la historia repetida. Cuando son necesarios están ahí y buscan su lugar al sol en gobiernos socialistas, y solamente en vísperas de consultas electorales se salen del escenario para volver a entrar en él si los números lo permiten. Y eso por no hablar del sustento que durante unos cuantos años la coalición ha dado en el País Vasco al PNV que, como todo el mundo sabe, es 'genuino representante de la izquierda política'.
En el fondo, como algunos dirigentes socialistas me comentaban días atrás en un sereno y reposado análisis de la situación, quizá el problema fundamental de su actual situación es que llevaban tantos años gobernando en el Principado y en muchos de los principales ayuntamientos, con intercambio periódico de puestos y responsabilidades, que se habían acostumbrado a considerar las instituciones como algo propio -casi su cortijo- y ni se les pasaba por la cabeza la idea de tener que abandonar ese estatus. Como 'cruelmente' titulaba estos días el diario 'El País' al PSOE -y a IU en muchos casos- les ha llegado la hora de afrontar su propio ERE (expediente de regulación de empleo, por si todavía queda algún último despistado en este Estado español que no conoce esas siglas, algo difícil cuando millones han tenido que viviirlo en carne propia o en la de sus deudos más próximos).
Casi todos los políticos han incluido en su prontuario de citas que hay que saber ganar, pero también perder, aunque a algunos no les haya calado de verdad y no pase de ser una frase sin utilidad real. Por lo que el líder de IU en Asturias se refiere, mejor se concentraba en seguir impulsando esa ligera escalada de la que tanto se vanagloria y 'vendiendo' sus mejores resultados y dejaba a un lado las descalificaciones hacia los electores porque no le han votado a él o, en su caso, a ese 'complejo' conglomerado que sigue manteniendo públicamente la denominación de la izquierda. Señor Iglesias, el pueblo -¿le suena esa palabra?- no es tonto, ni siquiera ingenuo. Cada cuatro años ustedes tienen la obligación de dejarles manifestarse a través del sistema menos malo que se ha inventado hasta ahora, el del voto. Pues bien, lo han hecho y han decidido un cambio. Atribuir esta nueva situación a una enajenación mayoritaria de los asturianos es un insulto colectivo a la inteligencia de sus paisanos y deja en muy mal lugar su credibilidad democrática.
Cuando leí esa afirmación de Iglesias me pregunté si realmente lo creía o era la explicación que daba de cara a la galería para justificar los pocos votos de IU (pese a que haya mejorado respecto a las anteriores elecciones). Allá él
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