Recorrer en estos dias las calles de las ciudadanes y villas asturianos obliga inevitablemente a llevar la vista alta, y no precisamente por orgullo, sino porque los ojos, de forma involuntaria, se alzan hacia los carteles electorales con los que los principales partidos han poblado las farolas de las calles y avenidas.
A esta inercia no somos ajenos nadie y este modesto comentarista se dio ayer un buen paseo por el centro de la villa de Jovellanos y no pudo evitar encontrarse, sobre todo, con los rostros de las candidatas populares a la Presidencia del Principado y a la Alcaldía de Gijón. No es que sus rivales de la izquierda no hayan inverido en banderolas, pero parece evidente que los populares han echado el resto con su oferta netamente femenina en unos tiempos es los que es la izquierda la que presume de dar todo el papel protagonista a la mujer a través de sus propuestas de igualdades y paridades. La realidad es que, entre las fuerzas políticas con posibilidades, solamente el PP ha hecho una apuesta fuerte por las candidatas y, además, no regatea esfuerzos en vender ese órdago, más con imágenes que con palabras.
Y a propósito de la imagen, la repetición de los mismos rostros cada cincuenta metros ha provocado que, de forma involuntaria, me haya fijado en esos dos mujeres con las que el PP, si no fuera por la presencia de Foro Asturias, aspiraría con mucho más entusiasmo, a desalojar a los socialistas del Parlamento asturiano y del primer ayuntamiento de la ciudad.
Indisimuladamente me he parado en medio de la acera a observar las fotografías oficiales de Isabel Pérez Espinosa y Pilar Fernández Pardo y no he podido evitar una reflexión sobre las similitudes y diferencias existentes entre esas imágenes promocionales -siempre prestas a aprovechar cada detalle positivo de la realidad facial de cada cual cuando se trata de vender el producto-. A priori, a mi modesto entender, ambas responden a un modelo acorde con el sector social al que representan. Isabel y Pilar, o Pilar e Isabel, son en sus carteles electorales dos mujeres atractivas y representativas de una clase social que es, como no podía ser de otra manera, la que fielmente apoya al núcleo del PP por encima de las coyunturas.
Sin embargo, hay también -como digo- claras diferencias entre el producto que su partido vende a través de la imagen. Ambas se ofrecen al elector desde esas banderolas y carteles jóvenes -aunque la candidata gijonesa tiene algunos años más- y emprendedoras. Cuidadosamente vestidas, aunque sin alardes; minuciosamente maquilladas, pero sin excesos. En fin, perfectos productos de la derecha, pero sin sobrepasar ese punto de no retorno que las hiciera fruto de una minoría selecta. Sin embargo, y no creo que tenga que ver con la diferencia que marca el documento nacional de identidad, la imagen elegida tras miles de pruebas para 'venderlas' electoralmente nos presenta a una Pardo más 'clásica', frente a una Espinosa más rompedora. A primera vista parecen productos salidos de la misma 'colada', pero mientras que la por tercera vez aspirante a la Alcaldía de Gijón mantiene su melena suelta de tanta otras ocasiones, la candidata a la Presidencia del Principado ofrece un peinado más rompedor, más juvenil, más extraño a esa clase social de la que hablábamos. Tambien en lo que a los 'afeites' se refiere, aunque ambas han cuidadno -no iba a ser de otra manera- su perfil, los pequeños detalles favorecen la 'juventud' de Espinosa. Ni siquiera el color rojo elegido por Pardo consigue sobresalir sobre el oscuro entre gris y azul marino de la chaqueta de su compañera de empresa.
Son solamente eso, detalles, aunque nimios y anecdóticos de una apuesta conjunta en la que participan por vez primera en la derecha asturiana dos mujeres con un mismo destino: romper la hegemonía socialista en esta comunidad y en la mayor de sus ciudades. Misión más que difícil, pero que constituye un objetivo común de una oferta electoral.
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