martes, 24 de mayo de 2011

El pacto asturiano tiene demasiadas aristas

Era de esperar. La constatación de los datos definitivos de la noche electoral del domingo parecían poner a la derecha en bandeja el Gobierno del Principado de Asturias y el los ayuntamientos de Oviedo y de Gijón. Las primeras declaraciones, con la "rendición' incondicional del PP al triunfo del partido de Cascos, dibujaban un panorama relativamente transparente para ese acuerdo de Foro Asturias y Partido Popular en las horas subsiguientes. Quedaban por resolver los obstáculos derivados de los personalismos que llevaron a la ruptura de los populares asturianos tras negarle al entonces correligionario ex vicepresidente del Gobierno ser su cartel electoral, aunque también en este aspecto -con más o menos dificultades- la solución no se antojaba improbable.

Pero si algo nos ha enseñado la experiencia en esto de la política es que lo que hoy es blanco mañana puede ser negro, o cuando menos gris. Parece obvio que PP y FAC partían para ese hipotético pacto de posiciones diferentes: parcelado a cada municipio, en el caso de la nueva formación política; y más global, en el de los populares.

Ayer, una declaración del presidente y líder nacional del PP, Mariano Rajoy, introducía el primer palo en la rueda del engranaje pactista al asegurar que el acuerdo en Asturias se negociaría en Madrid. Este planteamiento no sentó muy bien en el seno de FAC, que se apresuró a recordar que el futuro político de Asturias se va a resolver precisamente aquí, en Asturias. Primer choque de trenes. Cascos y su partido son los triunfadores del 22-M en el Principado y no están dispuestos a soltar la sartén que tienen cogida por el mango, y mucho menos porque lo digan los mismos que forzaron con su falta de visión de futuro -la que podría haber sido una mayoría aplastante del PP en esta comunidad- la urgente, aunque exitosa, formación en pocos meses de una nueva formación política, esa misma que ganó las elecciones.

Por otra parte, aunque Rajoy probablemente se esté arrepintiendo ya de su decisión de diciembre pasado, pone sobre la mesa en este envite su clara victoria a nivel nacional del domingo y ese mapa azul que inunda la mayoría del territorio español. lo que se traduce en que hoy es más fuerte y tiene más seguridad que hace sólo siete días.

Así las cosas, lo evidente es que, aunque el PP tenga la inmensa mayoría de las comunidades amarradas -ahora IU ha puesto en cuestión hasta la investidura de Fernández Vara en Extremadura- tampoco le interesa encontrarse con un clavo en el zapato significado en la ausencia de acuerdo con Cascos en Asturias, lo que podría devolver al PSOE las esperanzas de mantener el Ejecutivo de esta comunidad. Quizá por eso, horas más tarde de la 'inconveniente' frase antes mencionada, Génova puntualizaba que será su organización asturiana la encargada de llevar las negociaciones para un posible pacto, ofreciéndose a "mediar" en caso de dificultades.

Por si esta primera contingencia no fuera suficiente, la izquierda ha querido contribuir a la ceremonia de la confusión con las declaraciones de sus responsables municipales de Oviedo, Alfredo Carreño, por el PSOE; y Roberto Sánchez Ramos, por IU, al dejar a un lado las ideologías para confluir en un objetivo común: echar de la Alcaldía de la capital a Gabino de Lorenzo, lo que -parece- se podría traducir en un inesperado apoyo al candidato de Foro Asturias, Arturo González de Mesa, para, sumando sus votos, convertirle en regidor de Oviedo.
Si a ello se une la anunciada estrategia de Cascos de dejar manos libres a las organizaciones locales del partido para negociar en sus respectivos ámbitos -compromiso formal de la noche electoral y de sus primeras declaraciones tras el triunfo- resulta que el escenario se transformaría en un maremágnum de consecuencias difíciles de calcular. ¿Se imaginan lo que podría pasar si una persona de FAC se convierte en alcalde de Oviedo en las condiciones mencionadas y De Lorenzo se va a la oposición? ¿Toleraría esta situación el PP manteniendo los compromisos en otros municipios o en el ámbito autonómico? ¿Sería la consecuencia de ésto el que los populares se abstuvieran en una previsible investidura de Cascos y abrieran la puerta a que Javier Fernández retomara la esperanza de alcanzar una Presidencia a la que ya había renunciado, si nos atenemos a sus propias declaraciones?

No cabe duda de que las políticas de pactos nunca son fáciles, pero en algunas ocasiones superan ese listón y pasan a convertirse en un complejo rompecabezas cuyas consecuencias podrían dar al traste con una meta que, a priori, parecía más sencilla. El triunfador del domingo tiene ante sí un panorama abierto y complejo en el que va a tener que poner toda su experiencia para sacar adelante con los mejores resultados para su formación política este cambiante escenario en el que se ha convertido la Asturias política en las últimas cuarenta y ocho horas.

He dejado a un lado intencionadamente otro de los grandes dilemas que el ex vicepresidente del Gobierno y su partido tienen planteado, el mismo que hasta ahora se presentaba como el de más complicada solución: el de Gijón. Comentaba en mi anterior 'post' que un posible entendimiento en Gijón parecía tener como premisa inicial para facilitar las cosas la retirada de la candidata del PP y líder local del mismo partido, Pilar Fernández Pardo. Esta opción, aparentemente, nunca se produciría de forma voluntaria, y solamente un empujón externo de Génova podría convertiría en viable. Con Pardo sobre el escenario es más que probable que ésta se mostrase dispuesta -al menos en declaraciones formales- a facilitar la llegada a la Alcaldía de Carmen Moriyón, aunque a renglón seguido también entra dentro de lo previsible que reclamara para sí la primera tenencia de alcaldía. Esta configuración del consistorio gijonés respondería a lo que ya algunos interpretan como la estrategia de una veterana tendente a lograr esa posición de privilegio con la intención de 'manejar' a la regidora "neófita" e "inexperta", transformandose en la alcaldesa en la sombra, con el consiguiente rendimiento político que le reportaría. Este sigue siendo otro de los grandes problemas para cascos y FAC, aunque hay muchos más que espero poder analizar en días venideros.

Por cierto, y a pesar de todas estas incertidumbres introducidas en las últimas horas, las mismas que ponen en entredicho un acuerdo de la derecha asturiana que hace solamente unas horas parecía relativamente factible sin 'derramamientos de sangre', hay una cuestión relevante sobre la que no recuerdo haber escuchado hasta ahora nada y que puede ser uno de los aspectos de especial relevancia más adelante en ese hipotético pacto de llegar a alcanzarse: El Ejecutivo regional del presidente Cascos, ¿sería monocolor con el apoyo externo del PP a través de unas condiciones plasmadas en un documento específico o entraríamos en el baile del reparto de consejerías -que seguramete serán menos que hasta la fecha, por decirlo todo-? Algo parecido podría cuestionarse del gobierno de los principales ayuntamientos en los que las dos fuerzas políticas de la derecha suman mayoría absoluta. Repito que me parece un asunto especialmente relevante, aunque en el escenario actual quizá sería mejor aplazar estas preguntas y apelar a aquella frase de un simpatico personaje de Billy Wilder que siempre finalizaba sus relatos con alguna divagación, situación que salvaba sistemáticamente con un "...pero esa es otra historia".

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