La IV Conferencia de Presidentes Autonómicos terminó hace pocas horas con un final tan predecible como esa "Crónica de una muerte anunciada" del genial García Márquez. Una larga jornada perfectamente escenografiada desde el Gobierno para no llegar a ninguna parte. Era lógico. ¿Qué podría hacer suponer que un pacto económico ante la crisis al que ni se han acercado en los últimos meses PSOE y PP podría ser factible en el cónclave autonómico donde, amén de la anécdota de la presencia de algún 'extraño', controlan los mandatarios autonómicos de los dos grandes partidos? ¿Por qué iban a coincidir en un texto común los presidentes de la Comunidad Valenciana, Galicia y Madrid, por poner tres ejemplos, con los de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, por citar otros tres? La política contra el paro, la subida de impuestos, la ley de Economía Sostenible son elementos que enfrentan abiertamente a socialistas y populares a nivel de direcciones nacionales y no hay razón alguna que se me alcance para pensar que podía tener un sentido distinto al tratarse de presidentes autonómicos si son de ambos partidos. Por tanto, parece que, buenas intenciones aparte, no hay razón alguna para rasgarse las vestiduras por este nuevo fracaso de este organismo creado por Zapatero más por cuestiones de imagen que de verdadera creencia en que pudiera ser un foro de encuentro para resolver los problemas nacionales desde una óptica autonómica.
Es posible que en esta ocasión el asunto central de la reunión dé más motivos que nunca para ratificar las posturas irreconciliables que los dos grandes partidos mantienen día a día, mes a mes, año a año, em las más imporantes cuestiones que afectan al futuro de este país. Sin embargo, no es preciso nada más que un breve repaso a los tres encuentros anteriores para llegar a la evidencia de que en ninguno de ellos se han sobrepasado las formas y que los escasos acuerdos alcanzados duermen el sueño de los justos, por muchos que se les haya querido publicitar en sus respectivos momentos. Y ya no se trata de que las normas básicas de periodicidad o de temarios se hayan saltado a la torera en función de intereses puntuales de quien la convoca, el presidente del Gobierno de la nación; es que la Conferencia de Presidentes Autonómicos nació, operaciones mediáticas aparte, muerta por su concepción y por las reglas del juego establecidas para un órgano sin capacidad de provocar realmente un mandato con capacidad ejecutiva. Las mayorías necesarias establecidas no se alcanzan si PSOE y PP no están de acuerdo y, en caso de un cambio de tendencia, si esa mayoría cualificada pudiera llegar a alcanzarse es fácil presumir que coincidiría con la del Ejecutivo nacional y entonces ya no sería necesario recurrir a Estado autonómico más allá de un formalista diálogo a dos voces.
La Conferencia de Presidentes Autonómicos nació muerta y no tiene visos de haber cristiano que la resucite. eso sí, como tantas otras políticas más de gestos que reales, servirá a Zapatero para defender su talante, su capacidad de diálogo, su aperturismo a la oposición. Tanto es así que, a falta de resultados, el presidente del Gobierno se ha mostrado como un gran experto en escenografía y lo que no se alcanza e acuerdos se perfecciona en imagen. En la de ayer, los presidentes autonómicos ya no estuvieron solos y cada uno de ellos acudió a la cita con su consejero de Economía -alguno se llevó a otro más- que ocuparon plaza discretamente en segundos planos físicos -sillas convenientemente distanciadas unos metros detrás de sus jefes de fila, mientras que el propio Zapatero añadió al escenario a sus tres vicepresidentes, con especial atención a esa incorporación de última hora de la responsable el área de Economía, Elena Salgado, una carta que el convocante se sacó de la manga en plan sorpresa a última hora.
Todo ello dio como resultado una escenario calcado físicamente de los grandes cónclaves europeos. Lo malo es que, lejos del esmero tramoyista, los resultados son -por la temática- aún más desoladores que en convocatorias precedentes.
Reconozcámoslo: demasiada partitocracia; demasiados intereses partidistas que, de principio a fin, se anteponen a la defensa del interés general. Casi diríamos que hasta al interés particular autonómico. Esta Conferencia de Presidentes era, como titula nuestro periodista en la reserva, un fracaso anunciado, aunque para Zapatero ha sido importante la copiosa fotografía de familia que ha tratado de rentabilizar a través de los medios afines.
ResponderEliminarEn realidad esta Conferencia es el remedo del Debate del Estado de las Autonomías que, debiendo celebrarse periódicamente en el Senado, ha pasado a mejor gloria por mucho que reglamentos y normativas lo regulen. Si sus señorías son incapaces de hacer cumplir sus propias normas, ya nos contarán hasta donde puede llegar el grado de exigencia al común de los ciudadanos.
España tiene unos cuantos costurones y un par de serias amenazas de roto. El fortalecimiento de unas autonomías se realiza a costa del debilitamiento de otras (Asturias, por ejemplo). Y si encima los presidentes autonómicos se reúnen para nada, mal negocio. No es de extrañar el creciente descrédito de los políticos. ¿Quién gana con ello?