Hoy es día primero de mes y las ventanillas de los bancos adquieren un protagonismo incuestionable en la vida económica del país, la real no la de las grandes cifras ni la de las medidas gubernamentales contra la crisis. Si algunas veces una imagen vale más que mil palabras, en paralelo hay otras en que un hecho puntual y aparentemente insignificante en el conjunto de los esfuerzos nacionales por la recuperación supone más que mil artículos de los grandes expertos o 'gurus' económicos.
El que suscribe fue esta mañana testigo de una de esas 'anécdotas' que pueden llegar a poner los pelos de punta a cualquiera con un mínimo de sensibilidad social. El marco es una de esas citadas ventanillas de una entidad financiera y el personaje una clienta de avanzada edad y con evidentes signos de pertenecer a cualquier grupo menos a la antigua y denostada clase media, mucho menos a alguna suerte de élite económica, que acudía allí con su libreta para recoger probablemente una parte de su pensión o un pellizquito de sus ahorros para iniciar otro mes de esos que, uno tras otro, sin ser enero tienen más cuestas que L'Angliru para sortear las necesidades mínimas para vivir. La mujer en cuestión se acercó a la empleada de la caja y solicitó que le entregara 81 ó 82 euros. Ante esa aparente duda, la trabajadora del banco le preguntó cuál de las dos cantidades quería extraer de su cuenta y la respuesta de su interlocutora fue más o menos textualmente: "Dame 82; vale más que sobre a que falte". No es preciso echar mano de los buenos oficios de un escritor para que cualquiera se dé cuenta del significado de esas palabras. Si un euro, dentro de esa irrisoria cantidad, puede ser la barrera de que a una persona le llegue el dinero o le falte para tirar como pueda es que algo muy gordo está pasando en este país.
Supongo que sobrarán quienes digan que se trata de un hecho aislado, que es una simple anécdota, incluso que ese persona puede que tenga más que un directivo de una gran empresa. Pero para una gran mayoría, siendo un caso concreto, va mucho más allá y describe mejor una realidad social que cualquier expediente de regulación de empleo, que unos planes para ahorrar energía o una medidas para apoyar la rehabilitación de viviendas, por citar solamente algunas de las herramientas que el Ejecutivo ha agrupado para presentar a bombo y platillo su particular receta para salir de la recesión. A esa mujer y a miles de españoles que pasan por situaciones más que difíciles, aunque sin llegar a tal grado de gravedad, son a los que el presidente del Gobierno y su equipo económico deberían de explicar ese invento de la Ley de Economía Sostenible y no a una bonita presentadora de televisión en los lujosos salones del Palacio de La Moncloa.
Aunque utópico, me gusta imaginarme al señor Zapatero en ese momento y en ese lugar acercarse a la 'ciudadana de los 82 euros' y contarle lo que está haciendo para que España vaya mejor y los españoles salgan de la crisis, que le explique cosas como que va a controlar los desorbitados sueldos de los grandes directivos de corporaciones empresariales o a los consejeros de las potentes entidades financieras. Dejo al criterio de quien esto lea cuál sería la respuesta y el gesto de esa mujer agobiada por un euro. Hoy no voy a poner corolario a este comentario. La hipótesis y la tesis la tienen; pónganlo ustedes mismos.
Soberbio post por lo que tiene de cruda realidad y por percatarse la verdadera escena de nuestro alrededor y no la que tantas veces sale maquillada a través de los medios de comunicación y de la infuencia de los gabinetes de imagen para influir sobre la opinión pública. Hace unos dias que un excompañero suyo de "andamio" también se hacía eco en "El Comercio" de la historia de otra señora de edad a la que despacharon de la mesa de una cafetería porque se apalancaba media tarde con un solo cafetín.
ResponderEliminarA mí este tipo de historias también me resultan reveladoras de la epidemia de "apreturas" (de cinturón) que nos asola. Para ser sincero no creo que hayan sido excepcionales a lo largo de la historia porque, al fin y al cabo, siempre ha habido personas que las han tenido tiesas, pero es cierto que no hace falta ir muy lejos a nuestro alrededor para descubrir los agobios de mucha gente común. Y lo peor es que cada vez vemos más y, ay, más cerca...
Se le aprecia, don Marcelino.