El CiIS hizo ayer público su último sondeo y entre otros resultados todos nos hemos quedado con un concreto: la preocupación de los españoles por el problema del paro, una sangría que no parece tener fin y que ya ni siquiera los que gobiernan se avergüenzan de reconocer que, "por el momento", no saben como frenarla. El 79% de los españoles sitúan como el principal problema del país el desempleo, la cifra más alta de toda la última década, aunque es cierto que hubo alguna ocasión en el actual periodo democrático en que ese porcentaje se supero, tanto con Felipe González como con José María Aznar en el Gobierno.
En segundo lugar entre los asuntos que quitan el sueño a los ciudadanos de este país el Centro de Investigaciones Socialógicas sitúa la situación económica, o sea lo que todos conocemos ya como crisis, un periodo que se alarga más allá de todas las previsiones iniciales y que, aunque aquí sí hay optimistas que se atreven incluso a decir que ya estamos saliendo de ella, por el momento se percibe como una enfermedad que se ha instalado en la vida española mientras que en los países de nuestro entorno ha empezado a alejarse dejando atrás los negros nubarrones de hace un año y dando paso a esperanzadores rayos de sol en forma de cifras y dígitos.
El tercero de los problemas que destacan los españoles es "la clase política". Este apartado tiene poco que explicar y todo el mundo lo entiende. Un Gobierno incapaz de gestionar la mala situación y una oposición que tampoco ofrece la mínima confianza.
Lo que el CIS no nos dice es que estos tres quebraderos de cabeza que desvelan a los españoles son parte de la misma pesadilla. Entre los tres configuran un único escenario capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera. No son tres problemas; son el problema, con mayúsculas.
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